miércoles, 31 de octubre de 2018

31 de Octubre (Relato VI).


La noche se le volvía a hacer rápida a los espíritus. Un año de espera, y la noche tan deseada ya se les escapaba de las manos. Suspiraron y siguieron atacando a su nueva víctima. El jefe ya les había explicado el plan, solo tenían que seguirlo. Todos se miraron entre ellos cuando aquella jovencita cerró los ojos, y dejó de respirar. Una pena, pues acababa de salir embarazada con su esposa. «Todos estos caros tratamientos médicos… y al final no podrá tenerlo» se dijo el espíritu mayor, el que todavía conservaba algo de lástima. Todos rieron, llevándose las huesudas manos rotas al rostro. O a lo que antes fue un rostro, de hecho. 

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Sus risas sonaban guturales, y sus miradas perdidas provocaban miedo en todas las personas que los veían. La noche estaba a punto de llegar a su punto máximo, en la iglesia, y no se lo querían perder, así que se pusieron en marcha.

Cientos, miles de espíritus, entrando en el salón donde la humanidad, cargada de cadenas, vería lo peor de lo peor, cosas inimaginables. 

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Agradecimientos al fotógrafo, los derechos de la imagen le pertenecen.

martes, 30 de octubre de 2018

La Despedida (Relato V).


Las luces de la puerta principal del aeropuerto se reflejaban, poderosas, en el rostro de Tim. Vio su reloj de alta calidad, un reloj regalado por su hermano menor Carlos: Las cuatro y cuarenta y nueve de la noche, faltando solo cuarenta minutos para la marcha del vuelo Stellar 240 Airways, un avión tremendamente grande, mucho más grande que cualquiera de los jets militares que Tim había utilizado para practicar, en la base militar.

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Miró a su hermano de nuevo, los ojos llorosos, las manos en los bolsillos. La noche se aceleraba, se acortaba cada vez más, y dentro de un momento ya no estarían el uno delante del otro. Tim pensó en todos los días que había vivido con su querido hermano, durante los dieciocho años que habían compartido. «Te extrañaré, compañero» pensó, pero las palabras se le atascaron en la garganta. El avión se detuvo, justo en el minuto indicado, y Carlos le sonrió. No fue una sonrisa de “hasta luego”, sino un simple y honesto “adiós”. Tim no pudo reprimir una lágrima.
—Cuida bien de todos, como te he enseñado. Y no llores, sé un hombre, madura.
—Adiós, gran C. Buena suerte del otro lado, y no dejes que te descubran.
Se despidieron con un abrazo, y Tim se alejó del lugar cuando Carlos y sus tres guardias de seguridad especial entraron en el avión. Sabía, en lo más profundo de su interior, que no se volverían a ver, y su hermano ni siquiera le miró al irse.

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Agradecimientos al autor, los derechos de la imagen le pertenecen.

lunes, 29 de octubre de 2018

El Especialista (Relato IV).


Ángel esperó cuarenta y cinco minutos a que su hermano llegara. El tiempo pasaba y pasaba, lentamente, primero cinco minutos, luego diez, veinticinco… ya se estaba preocupando. Empezaron a surgirle sospechas. «Maldita Alejandra, ya se volvieron a acostar, aunque Don Gilberto le hizo prometer que no harían nada.» Luego pensó en las drogas que había hallado en su habitación. No eran mucho, las drogas de cualquier adolescente, pero ellos no podían permitirse tener algo así. Si los pillaban, los arrestarían y les harían una ficha policial, es decir, que perderían el anonimato. «Y perderíamos también la tapadera, joder» no se olvidaba de eso, era esencial.
Caminó alrededor de la puerta del apartamento, ansioso. Los gemelos extranjeros que le acompañaban seguían charlando sobre las tías que se habían follado. Al menos eso entendió él por los sonidos, gestos y risas que hacían, ya que no conocía nada de su idioma. Los tres iban a entrar, eso era seguro, pero debían esperar a Antonio, al hermano de Ángel y a sus dos colegas. Seis hombres contra siete era más esperanzador que tres. Aunque los rivales estuvieran desarmados. Ángel se unió a la conversación por un par de minutos.

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—Mirad, yo una vez conocí a una en un bar, que tenía tres pechos.
Los gemelos se miraron sorprendidos, y el mayor de los dos, Bradisto, le sonrió.
—Nosotros tener una amiga hace años, que tener tres tetas.
—¿Pero os la cogisteis? —Bradisto calló, casi humillado, al darse cuenta de que no, no lo habían hecho. No habían aprovechado una oportunidad entre un millón.
—Yo me he cogido a tu hermana. —Dijo el otro hermano, y Ángel sonrió, pues su única hermana se había hecho una operación de cambio de sexo diez años antes, pero no lo dijo, porque un sonido duro e impactante los hizo callarse a los tres.
La puerta sonó, y por un instante los tres creyeron que se iba a abrir. No lo hizo, pero faltó muy poco. Aguantaron la respiración, y los gemelos se llevaron las manos a las pistolas. «Pesadas como todos los metales, están listas para ser usadas, cargadas y limpias como están» Había anotado un rato antes en su cuaderno de poesía. Le gustaba escribir, y era algo que se le daba bien. Dejó de pensar en ello cuando oyó los pasos en la escalera, y sonrió al ver al pringado de su hermano entrando al pasillo.
—Ya sabéis, desenfundad rápido, y todos deben ser tiros a la cabeza, certeros y definitivos
—Steppen. — dijo uno de los gemelos, nativo de un país cuyo nombre , aún a día de hoy, es impronunciable para Ángel. No le gustaba cuando hablaban en su idioma nativo, porque no les entendía nada, y sus voces sonaban sospechosas.
—Tú me conoces, D, sabes que siempre acierto a la cabeza, y no dejo huellas. A la cuenta de tres.
Aquello era cierto, Ángel nunca fallaba, gracias a sus entrenamientos como militar, casi una década antes. «Tres… dos… uno» Entraron pegándole una patada a la puerta, y el especialista tuvo la ocasión de demostrar su talento.

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Agradecimientos al Fotógrafo.

domingo, 28 de octubre de 2018

El Pianista (Relato III).

El pianista levantó los ojos, sudado. Dos, tres, cinco, quince canciones en una noche larga, interminable. Era su mejor época, definitivamente. Los dedos libres, atrevidos y desenfrenados, moviéndose por donde desearan, en la larga y hermosa, bien cuidada línea de teclas. El pianista levantó las cejas, viendo expectante a una de las bailarinas y jóvenes soñadoras que ahora se tomaban una copa, sentadas. Ambos se atraían, duda no hubo. Chica soñadora, de cabello negro muy corto, ojos brillantes y llenos de esperanza. Chica que se toma un trago ligero, nada de alcohol pesado, un simple vaso refrescante. Él, un caballero, que ahora espera hacer su jugada, espera terminar su turno. El piano, celoso, le llama, deseando volver a atraer la atención del público.



El pianista sale del trance cuando oye la voz del gerente, hombre estudiado y hábil con los números.
—Martin, ¿Todo bien?
Él sonríe y le devuelve una respuesta.
—Todo bien. Sólo pensaba en que esta será una noche larga. Muy larga.
—Que así sea.

Historia Basada en Seb, de La La Land.

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Agradecimientos al Fotógrafo.

sábado, 27 de octubre de 2018

El Accidente Automovilístico Más Letal Registrado Nunca (Relato II).




La muerte ya llega a por mí. Puedo oírla, olerla, verla con mis propios ojos. Sus susurros me alertan de que estos son mis últimos minutos. Qué lástima, estaba seguro de que iba a hacer muchas grandes cosas en mi vida. Soy tan joven, que me da pena pensar en esto. Es curioso, puedo pensar con mucha claridad en este momento, tal vez es esa claridad letal que dicen que le da a uno en sus últimos  segundos de vida. La muerte ya ha llegado aquí, y está delante de mí. Sus manos se extienden, buscándome. Tendría que haber pedido perdón por mis errores, y por haberme excedido en los placeres, pero ya es demasiado tarde.


Espero que el más allá no sea tan doloroso como dicen, porque si lo es, mi eternidad también será un asco. Diablos, el accidente que acabamos de tener ha sido peor de lo que pensé cuando estábamos a punto de estrellarnos. Creo que mi hermano tampoco ha sobrevivido, otra lástima. Le acaba de nacer la segunda hija, una preciosura. El otro coche está hecho pedazos. Veo que también había dos personas en él. ¿Ese cuerpo de ahí es un niño? Oh, no, maldición, esta me saldrá cara…

Segundo de la larga lista, y esto apenas comienza. 

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https://es.gizmodo.com/hablamos-con-los-devotos-de-la-santa-muerte-aquellos-q-1819999526

Agradecimientos al Fotógrafo.

miércoles, 17 de octubre de 2018

El Fin de Todo (Relato I).


La alarma sonó. Él se despertó en el primer instante, abriendo completamente los ojos, tenso. Se sujetó a la cama, y por un simple impulso psicológico se lanzó al suelo, hasta alcanzar con la mano derecha el rifle S14 escondido bajo la cama.

Despertó a sus compañeros, dos idiotas ocultos bajos las mantas, sobre el mismo colchón. Era curioso que el coronel supiese cada pequeño detalle y secreto sobre todos sus estudiantes, soldados y comandantes, pero no se hubiese dado cuenta de que Gregorio y Carlo eran homosexuales. De haberse enterado de que muchas noches dormían y se acostaban juntos, los habría fusilado por herejes. Ambos despertaron sobresaltados, pero se pusieron alerta de inmediato.

La alarma sonó de nuevo. Ya eran pasadas las tres de la mañana, y todos miraron alrededor en la habitación. Tal vez todavía no había llegado el momento. Tal vez por hoy, podían descansar. Gruñó, esperando a que su mejor amiga llegara. Sabía que lo haría, aunque se tardara, estando en la habitación de su novio, haciéndolo con su novio. Se enfadó, pero logró mantener la rabia en su interior para no asustar a sus compañeros de cuarto.

La alarma sonó por séptima vez. Todos se asustaron, y salieron de sus habitaciones. La alarma nunca había sonado tantas veces antes. Él también salió, y, al mismo tiempo que el resto de sus compañeros, miró al cielo. Estaba rojo, rojo como el fuego, y vieron varias rocas gigantes, rojas todas cayendo sobre la base. El edificio en el que habitaban el coronel y sus tres comandantes principales ya no existía, y en su lugar, se hallaba un cráter gigante. Cuando él se volteó, vio a su chica acostada en el suelo, llorando, abrazada a un cadáver quemado. «Ahora eres sólo mía» se dijo él, y se echó a reír de la maldad. Por lo menos, morirían rápido. Ya no se preocupó más, ni siquiera por ella, ni por sus amigos homosexuales, o por el fusil. A fin de cuentas, ese, incluso para él, sería el fin de todo.


Tal vez ese fue el final de ellos, pero no es el final de mis textos en internet. Es sólo el comienzo. Pronto, más. Si te gustó, quédate. 

Fuente de la Imagen:

https://wallpapercave.com/meteor-shower-wallpaper

Agradecimientos al fotógrafo. 

domingo, 14 de octubre de 2018

El Hombre del Búnker. Introducción.

Fernando miró a su alrededor. La noche ya había caído, y él sabía que los monstruos estarían a punto de salir. Suponía que no podrían entrar, pero de hecho todavía no había puesto a prueba las gigantescas puertas de metal blancas. Era mejor no arriesgarse, sería una forma de perder triste y miserable, casi como abrirles directamente las puertas. Volvió a encender el ordenador, y retomó la lectura de la novela que estaba escribiendo. Al menos ahora tenía todo el tiempo del mundo para dedicarse a ella. Oyó el susurro de uno de esos seres, oyó sus manos, sus dedos largos y blancos, rascando la pared de la habitación desde afuera. Sería un día largo, lento, insufrible, como todos los anteriores. Sintió un escalofrío…

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Y esa fue la introducción de la historia. Pronto tendrán el prólogo. — RickWonders, 13 de Octubre de 2018.

Fuente de la Imagen:

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Agradecimientos al camarógrafo.