La noche se le
volvía a hacer rápida a los espíritus. Un año de espera, y la noche tan deseada
ya se les escapaba de las manos. Suspiraron y siguieron atacando a su nueva
víctima. El jefe ya les había explicado el plan, solo tenían que seguirlo.
Todos se miraron entre ellos cuando aquella jovencita cerró los ojos, y dejó de
respirar. Una pena, pues acababa de salir embarazada con su esposa. «Todos
estos caros tratamientos médicos… y al final no podrá tenerlo» se dijo el
espíritu mayor, el que todavía conservaba algo de lástima. Todos rieron, llevándose
las huesudas manos rotas al rostro. O a lo que antes fue un rostro, de hecho.
Sus risas sonaban guturales, y sus miradas perdidas provocaban miedo en todas las personas que los veían. La noche estaba a punto de llegar a su punto máximo, en la iglesia, y no se lo querían perder, así que se pusieron en marcha.
Cientos, miles de espíritus, entrando en el salón donde la humanidad, cargada de cadenas, vería lo peor de lo peor, cosas inimaginables.
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Agradecimientos al fotógrafo, los derechos de la imagen le pertenecen.
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